Visor de obras.
Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el niño, espantado, forcejeaba al acariciarlo la pobre mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi existencia irremediable, melodía monótona de la marejada, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la divagación el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo.
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Su verde, descolorida librea de vestalla cargan sólo los tontos; despójate de ella. Su mirada habla, voy a contestarle. Renuncia a tu padre, abjura tu nombre; o, si no quieres esto, jura solamente amarme y ceso de ser una Capuleto. Eso que llamamos rosa, lo mismo perfumaría con otra designación Del mismo modo, Romeo, ya no se llamase Romeo, conservaría, al perder este nombre, las caras perfecciones que tiene. Si escrito lo tuviera, haría pedazos lo escrito Los muros del jardín son altos y difíciles de escalar: considera quién eres; levante lugar es tu muerte si alguien de mis parientes te halla en él. Dulcifica sólo tu mirada y estoy a prueba de su encarnizamiento.