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Tenía muchas ganas de hacerlo y, sin embargo, no ha sido hasta hoy que he logrado reunir el valor de enfrentar esta tarea que tan complicada me resulta pero que tanto me debo a mí misma. Dentro de aquel caos se encuentra su belleza y cuando aprendes a apreciarla se desborda generosa en cada rincón en que posas la vista. Dese el principio obtuvimos pocas instrucciones acerca de nuestra misión así que decidimos hacer un poco de todo y dejarnos sorprender -y vaya si nos sorprendimos. Una gran mujer.

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La lectura convertía el sueño en biografía y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el globo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la biografía haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi niñez de exaltación y de aventuras. Me gustaría que mi madre estuviera aquende, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y todavía el abuelo Pedro, de gran napias y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir ya la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba.